Revista digital "LA TORRE"

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viernes, 14 de noviembre de 2014



LITERATURA.

Concurso de relatos.
Cayetano Sánchez Moreno 3ºB

El  piso 66 





Un día 30 de octubre, en la ciudad de Ottawa (Canadá), un chico de 15 años llamado William, se puso en contacto con sus amigos; para ello, los citó en su casa. Les enseñó su disfraz, un vestido que  que iba a llevar en una fiesta para el día siguiente, en Halloween.
    Estando  en la casa, se escucharon golpes en la puerta: ”toc, toc”. Eran los amigos de William: Alexandra, Albert y Anthony.  William les contó que se iban a quedar flipados con su disfraz. Por  suerte, sus amigos también se habían traído sus disfraces en su mochilas. William les dijo que se cambiaran mientras él lo hacia arriba en su cuarto, además les aconsejó diciendo que dejasen sus móviles en un cesto que había en la entrada, para impedir sucesivas interrupciones. Obviamente, Alexandra se cambió sola en el cuarto de baño; y Albert y Anthony, en el salón. Una vez todos disfrazados, se reunieron en el desván y empezaron a hablar y a opinar sobre sus trajes. Alexandra llevaba un vestido de hada. 
    No nos hagamos ilusiones.  Éste era mucho más tétrico de lo que cualquiera podría imaginar, era un hada con heridas por todo el rostro, la piel  muy pálida, dientes como los de un vampiro devorador... Se podría decir que era un zombi con alas de insecto. Albert iba de hombre lobo: estaba completamente cubierto de pelo, tenía unas garras muy grandes manchadas de sangre, unos colmillos enormes,  tan grandes como piedras gigantes. El disfraz de Anthony era el de un típico zombi con heridas por allí y por allá que contrastaban con su piel pálida, la ropa estaba completamente rasgada. Y William iba de fantasma. Llevaba encima  una manta blanca  con dos agujeros enormes, algo espantoso, pero muy simple a la vez. Decidieron elegir cual era el mejor disfraz, y todos estaban de acuerdo en que el que sobresalía era el de William. Se quedaron a dormir en casa de William;  y como ya estaban maquillados, durmieron en el suelo del desván -con mucho cuidado para que no se les deprendiese el maquillaje. Todos descansaron allí, excepto William, quien descansó en su cuarto.
    Al día siguiente se despertaron y no decidieron salir hasta la noche. Una vez llegada la oscuridad absoluta, salieron de casa de William y se fueron derechos a la fiesta. El evento estaba a las afueras de la ciudad. Marcharon en el coche de William, ni más ni menos. Llegaron y lo primero que vieron fue un edificio altísimo, 66 pisos contó Albert. Alrededor del mismo  todo era muy lúgubre, en lo alto de su techo había una antena que le quitaba un poco el aire tenebroso, pero aún  así era bastante espeluznante. Al parecer William no se impresionó en absoluto, dijo que ya había venido por aquí el día antes, aunque para sus amigos era todo un misterio. Decidieron entrar, abrieron la puerta y no había ni una mosca. William en ese momento tuvo que ir al baño, les dijo que no lo esperasen, y eso hicieron, se adentraron un poco y ¡PLASH! La puerta se cerró de golpe, por más que Anthony  y Albert empujasen no se podía abrir, se quedaron atrapados excepto William. Olieron un fuerte hedor, siguieron el rastro del olor y se encontraron con un cadáver. Alexandra no se lo creía, era de verdad. Y lo más sorprendente era que   en la mano del cadáver había una nota que decía:
      “Os habéis quedado encerrados aquí, y yo soy el único que puede sacaros de este lugar, tranquilos que os sacaré, pero no vivos.  Os quiere; William”
Se quedaron petrificados y asustados, se miraron las caras y de repente un avión de papel choca con la cabeza de Albert, Anthony lo cogió,  lo desmontó... y había algo escrito en él que decía:
      “Si queréis salir de aquí tenéis que llegar al piso 66, allí están vuestros móviles ¿Os acordáis? Sois muy tontos al dejar que yo me hiciese cargo de ellos, tenéis que llegar al piso 66 antes de que yo os mate, si llegáis lo único que debéis hacer es llamar a la policía y aguantar hasta que vengan. ¿Sabéis por qué quise que os quedarais a dormir en mi casa? Pues simplemente para que no podáis escapar.

P.D. Tenéis que encontrar las escaleras en cada piso, si no os encuentro a vosotros antes. Estoy en este piso, así que más vale que corráis.
Un beso: William”

      Y eso hicieron,  correr, correr hasta no parar. Subieron al primer piso... y era todo un laberinto de pasillos, por lo tanto -para encontrar las escaleras en el siguiente piso e ir más rápido- se separaron. Albert halló un pasillo lleno de espejos, siguió caminando y se encontró con el final, se paró un momento a pensar dónde estarían los demás, alzó la vista, miró al espejo que tenía justo en frente y ¡AAAAHHH!  Alexandra y Anthony corrieron en su busca y allí estaba Albert. Tenía un cuchillo incrustado en el pecho. Lo miré y vi que  estaba muerto. Alexandra puso su atención en uno de los espejos y se dio cuenta de que no era un objeto cualquiera, sino un cristal de grandes dimensiones. Anthony lo partió de varias patadas.  Al buscar las escaleras, subieron varios pisos,  cada vez más difíciles: 3, 5, 9, 13, 19, 26, 31,47…Llegaron al piso 56 . Probablemente, no sería difícil acceder a él, pero  algo tenía de misterioso y complejo cuando me parecía el pasillo más desangelado del mundo. 
    Anthony fue delante, Alexandra detrás. Anthony, al estar el primero, giró hacia la esquina, y Alexandra lo perdió de vista;  y en ese instante,  ¡PUM!  Escuchamos el ruido de una pistola. Alexandra, preocupada corrió hasta él y halló un hombre muerto con un disparo en la frente. Ella se sintió sola y con miedo, ahora su única preocupación era llegar al piso 66. Alexandra subió varios pisos: 57, 59, 60, 61,62...
    Mientras tanto, Alexandra estaba subiendo las escaleras que daban al piso 65, cuando en ese mismo minuto apareció William corriendo hacia ella.  Alexandra subió las escaleras a toda prisa y se encontró con tres pasillos, uno tendría que ser el correcto; no se podía parar a pensar, por lo tanto corrió hacia el de la izquierda, el más próximo a las escaleras.    Tuvo mucha suerte, abrió la puerta del piso 66. Entonces encontró todo lo que existía en la sala: sillas, una cómoda, una mesa, un sofá, etc. Allí en el centro de la misma estaba su móvil, lo cogió y llamó al número de emergencias.  Explicó el suceso a los oyentes de la agencia civil, y le dijeron que ya iban con ayuda hacia allí.
   De repente, se escucharon golpes en la puerta, era William intentando entrar. Después de muchos golpes consiguió penetrar, pero no le dio tiempo a reaccionar, porque en esos segundos ya había llegado la policía hasta el piso 66. Los agentes no tuvieron más remedio que disparar a William, pues no se detenía ante la amenaza de captura de los mismos. Alexandra se tiró de rodillas al suelo e hizo un enorme suspiro, entonces empezó a llorar. Sin embargo, pensó que nada importaba ya, ya que ella ahora estaba afortunadamente a salvo.


                                   FELIZ HALLOWEEN

2º premio en el concurso de relatos, convocado por el departamento de Lengua. 

Trinidad Begines, Monserrat Crespo y Elena Ogazón.

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