Revista digital "LA TORRE"

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jueves, 5 de noviembre de 2015



HALLOWEEN 

Redactores: Macarena Carballo 
                    Cayetano Sánchez

Fotografía: Esperanza Luque Fernández


El pasado día 30 de octubre celebramos en el IES el Picacho el día de Halloween. El instituto hizo gala de una decoración fastuosa en la que  no faltaron calabazas preciosas, posters, carteles y todo tipo de objetos de naturaleza demoníaca que recordaban esta festividad tan arraigada en EEUU y en Europa, incluida España.
Como todos los años los alumnos de 4º preparamos el pasillo del terror, un lugar donde tuvimos que reproducir escenas que evocaban momentos tétricos.
 Finalmente, en este día tan especial tuvo lugar el concurso de calabazas y de tartas. En el primer certamen, los ganadores fueron: Analía González Ibáñez, primer premio; Daniel Díaz Salazar, segundo premio; y por último, el alumno Francisco Blanco fue elegido el mejor en la modalidad de tartas.
Halloween es el resultado del sincretismo originado por la cristianización de las fiestas del fin de verano de origen celta. Fue asimilada por la tradición romana e institucionalizada por la iglesia católica, aunque actualmente algunos crean que sólo es una fiesta pagana.  Las tradiciones que se celebran en Halloween se hacen en España antes incluso de que existieran en EE.UU. como nación. Por lo tanto, se puede afirmar que Halloween también puede ser considerada como una tradición ibérica.

El trabajo en los días previos a Halloween ha sido enriquecedor para nosotros por varios motivos: la convivencia, el juego, la decoración, los disfraces. Hemos tenido anécdotas tan curiosas como extrañas como la caída de una compañera en los rituales satánicos, pero sobre todo nos ha gustado el almuerzo compartido y la tarea en equipo, lo cual nos ha ayudado a ser mejores personas.
Por otro lado, fue especialmente importante el día de la actuación en el pasillo del terror, porque tuvimos momentos muy divertidos, ya que los compañeros de otros cursos más pequeños se creían verdaderamente que éramos auténticos monstruos andantes al vernos disfrazados con ropas y caretas terroríficas. Era simpático observar el miedo en los rostros de los  niños y niñas. En ese momento, sentimos el gusanillo del teatro en el cuerpo y más de uno quiso ser actor por más tiempo.




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