Revista digital "LA TORRE"
jueves, 17 de diciembre de 2015
ENTREVISTA DE ÁNGELA Mª BLANCO
Tema: la guerra civil española.
Entrevistada: su tía abuela.
He elegido a mi tía abuela porque es la mayor de mi familia y me pareció interesante conocer su opinión después de saber todo lo que había vivido de esta época.
¿Estuviste en la guerra?
No, pero nací cuando estalló el conflicto.
Mi padre me contó que estuvo en un campamento militar. En la "Roda", durante su graduación, llegó a ser el cabo Furier.
Mi madre estaba embarazada de ocho meses cuando le dieron permiso para que fueran las mujeres a ver a los soldados del batallón en Málaga. Debido al trote del viaje y al miedo, se puso de parto nada más llegar allí.
¿Ya que viviste más la posguerra, dinos qué te contaron de la guerra?
Me contaron muchas penalidades y carencias, entre las que cabe destacar la del agua. Los soldados incluso bebían en las lagunas para saciar la sed.
¿Qué edad tenías por entonces?
Un año exactamente. La guerra estalló en 1936 y yo nací en 1937.
¿Qué tipo de necesidades viviste en aquella época?
Pues muchas necesidades, pero no precisamente de comida, al menos yo. En aquel entonces existía lo que conocemos como "extraperlo": comercio ilegal de bienes sometido a algún tipo de impuesto o tasa por el estado. Había muchas personas que se encargaban de conseguir alimentos de primera necesidad: legumbres, patatas, etc y así se podía sobrevivir aunque fuese solo con este pequeño mercado negro.
Recuerdo unas letrillas que decían lo siguiente:
"Se están llevando los moros los mejores alimentos y dejan a los españoles con calabazas y coles".
¿Duró mucho tiempo la época del hambre?
Duró el tiempo de la guerra y la posguerra. Sin embargo, en mi caso en concreto puedo decir que yo no pasé mucha hambre, porque mi padre tenía campos y cultivaba alimentos que hicieron que al menos pudiéramos tener garantizada la comida, pero yo sé de alguna gente que lo pasó verdaderamente mal.
Mi padre era guardia del ayuntamiento, un oficio que por aquel entonces contribuyó a que pudiéramos comer bien en casa.
¿Recuerdas el tipo de vestimenta de la época?
¡Si! Yo recuerdo que casi todo el mundo vestía de manera humilde. Yo siempre llevaba el pelo recogido con dos trenzas y mi madre se ponía un roete, las faldas iban hasta el suelo y las mangas había que tenerlas muy largas, debido a la represión que existía durante el período que duró el franquismo.
La gente de mucho señorío se ponía en el filo de la falda plomillo para que no se le levantara el volante con el viento.
Normalmente las personas sencillas del pueblo no tenían muchas prendas para cambiarse, precisamente por la necesidad económica del momento.
¿Mantuvo tu padre relación con otra gente que nació en plena guerra?
Sí, por supuesto. Y todas ellas cuentan muchas penalidades. Sin embargo, había una cosa que era importante: la hospitalidad de la gente buena, y eso es algo que nunca se olvida, máxime cuando se está en tiempos de guerra.
¿Podrías contarnos alguna anécdota de alguien que haya vivido aquella época?
Bueno, alguna anécdota ya he contado: el sufrimiento, el hambre (que gracias a Dios no padecí directamente), la represión (no se podía hablar de todo, pues enseguida te encasillaban en uno u otro bando político y podías recibir algún tipo de represalias o incluso ser condenado a la pena de muerte), las mujeres vestíamos con faldas largas y la moda en general exigía no enseñar mucho...
Recuerdo una cancioncilla de la época que te voy a cantar:
Los de Cádiz avanzar
siempre avanzar,
con la punta del cuchillo
la victoria ganará,
y si alguno no quería avanzar
sería culpable de la derrota
de los demás.
Gracias por la entrevista, abuela.
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